Que un nieto de voluntario de la división azul y una nieta de asesinados por milicianos en la guerra civil formen parte del gobierno de mi ciudad como concejales del PSOE demuestra lo absurdo de muchos debates sobre Franco… a no ser que sea cierta la frase que se atribuye a Vázquez Montalbán de que contra Franco vivíamos mejor. Quizá por eso una parte de España tiene la imperiosa necesidad de resucitarlo. Aunque podemos considerar a Franco como uno, pequeño y opresor, aprovecharemos para escribir sobre los tres aspectos que generan más discusión hoy en día acerca su figura, antes de que se imponga una memoria oficial. En cualquier caso, debería carecer de sentido realizar paralelismos de lo acaecido hace casi 90 años con la situación política y económica actual (por ejemplo, el PIB se ha multiplicado por más de 20 en este periodo y las urgencias de nuestra sociedad son muy diferentes). Los años 30 comenzaron tras el crack bursátil de 1929 y la correspondiente hecatombe económica, lo que derivó en el inicio del fascismo italiano y el nazismo alemán por un lado y el miedo a que se reprodujese la revolución comunista por el otro. Dos sistemas dictatoriales que estuvieron cerca de acabar con los estados liberales en Europa.
El primer Franco correspondería a la precuela de Mientras dure la guerra, la película de Alejandro Amenábar ambientada en la Salamanca de octubre de 1936. Unamuno había pasado de ser aclamado con la llegada de la II República en 1931 a defender el golpe de estado de Franco contra la legitimidad vigente, al considerarlo capaz de restaurar el orden que se había perdido. La II República fue progresivamente dividiéndose entre los hunos (que querían una revolución absolutista o fascista y tuvieron el soporte en la guerra de Hitler y Mussolini) y los hotros (que querían la revolución comunista y acabaron apoyados por Stalin). Como señaló Indalecio Prieto, líder del PSOE, ningún político español se podría sentir orgulloso de su actuación durante la II República. Prieto, por ejemplo, entonó el mea culpa desde su exilio en México por su participación en la revolución de octubre de 1934: Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria.
Los que defienden al primer Franco dirigen más sus críticas a las izquierdas extremas. Alegan que, aunque se produjo un golpe de estado, éste fue como reacción a los abusos que se estaban realizando durante la II República. Y existen argumentos para criticar los excesos de las izquierdas extremas durante la II República y la Guerra Civil. Prieto y Largo Caballero compraron armas en el golpe de estado que la izquierda dio en 1934 en Asturias y Cataluña contra la designación de tres ministros de la CEDA (derecha); Largo Caballero (denominado el Lenin español) esperaba el fracaso de la democracia burguesa para dar paso a la revolución del proletariado; Negrín llegó a acuerdos con URSS de Stalin para obtener su apoyo militar a cambio del famoso oro del Banco de España; un guardaespaldas de Prieto asesinó con un tiro en la nuca al líder opositor Calvo Sotelo dos días antes del levantamiento, escapando el monárquico Gil-Robles porque no lo encontraron en su casa; tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936 se desmanteló el ejército y se armó a sindicalistas y milicianos para realizar la revolución obrera; se produjo una persecución sistemática de posibles opositores con la creación de cárceles del pueblo (checas), donde no había seguridad jurídica sino torturas y asesinatos; hubo sacas masivas, como en Paracuellos; más de 10 mil religiosos fueron asesinados en la retaguardia, así como otros millares de sospechosos de ser quintacolumnistas; se realizaron bombardeos indiscriminados sobre zonas civiles, como en Cabra (Córdoba); y cuando en lugares como Cataluña se quedaron sin opositores, las izquierdas extremas se dedicaron a matarse entre ellas, como en mayo del 37 en Barcelona donde los comunistas (con el apoyo de la NKVD de Stalin) masacraron a los trotskistas del POUM, solventando de ese modo la disputa acerca de si era más prioritario hacer la revolución o ganar la guerra.
Esto no implica que todo el bando republicano fuese antidemocrático ni que las barbaridades previas a la guerra proviniesen solo de las izquierdas (muchos falangistas también cometieron abusos y atentados). Al contrario, era el gobierno legítimo y muchas personas de izquierda lucharon por imponer el orden y acabar con los abusos anteriormente mencionados; otros lucharon contra una deriva fascista y (al igual que en el bando nacional) la mayoría lucharon donde les tocó. El problema surge cuando 90 años más tarde hay quienes se presentan como herederos del PSOE de entonces, sin tener en cuenta las profundas divisiones que existían en sus seno, así como los errores por ellos también cometidos. Un ejercicio de condena por parte de las izquierdas actuales de los abusos cometidos por las izquierdas de hace un siglo serían también muy recomendable para la convivencia. Ser antifascista es condición necesaria, pero no suficiente, para ser demócrata. Hay quienes alegan que las personas de derechas tuvieron su reconocimiento por la dictadura, pero es la democracia la que tiene que honrar la memoria de todas las víctimas con independencia de su adscripción política.
El segundo Franco comienza poco antes del discurso de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, con el famoso Venceréis pero no convenceréis. Historiadores recientes afirman que dichas palabras nunca fueron pronunciadas, sino que fue una versión errónea que dio por válida el historiador Hugh Thomas. En realidad, su valor profético es lo que hace que todos queramos aceptar esas palabras ya que ciertamente vencieron, pero no convencieron. Muchas personas liberales, monárquicas e incluso conservadoras, que querían que se respetase el orden, se encontraron escandalizadas por la barbarie que perpetraron los golpistas no solo durante la guerra (bombardeo de Guernica), sino también en la retaguardia y durante la represión franquista de la posguerra: delaciones de sospechosos de haber sido republicanos; fusilamientos en las cunetas; expropiaciones de bienes con causa probable o inventada; juicios sumarios o simples paseos… hasta la imposición de un tipo de sociedad cerril y excluyente en el que no había espacio para ningún pensamiento alternativo al nacionalcatolicismo que se impuso a la fuerza.
Este drama lo sufrió la inmensa mayoría de la tercera España. Socialistas liberales como Besteiro, quien reclamaba una reconciliación como única alternativa al drama que vislumbraba: necesitamos a los comunistas para ganar la guerra, pero si ganamos la guerra España será comunista, acabaron en prisión o en el paredón. Besteiro, de hecho, falleció en la cárcel a los pocos meses de terminar la guerra mientras anhelaba la clemencia de los vencedores. También lo sufrieron el general Batet, quien impuso la legalidad frente al intento de secesión de Companys en 1934 pero a quien Franco fusiló al considerarlo tibio en la represión, o tantos otros represaliados por el franquismo. También está el caso del escritor José María Gironella, quien después de describir la progresiva degradación de la II República en Los cipreses creen en Dios cayó en desgracia ante el franquismo en el momento en el que escribió su libro acerca de la posguerra con el significativo título de Ha estallado la paz. Esto llevó al exilio no solo a personas de izquierda (como Azaña reclamando Paz, Piedad y Perdón) o a Machado fallecido en Colliure, sino también a liberales como Salvador de Madariaga, a monárquicos como Gil-Robles o a la feminista e impulsora del sufragio femenino Clara Campoamor. Los tres últimos, no alineados, habían ganado méritos suficientes para ser fusilados por cualquiera de los dos bandos. Leer a Chaves Nogales y su libro A sangre y fuego debería ser obligatorio para aquellas personas que quieran conocer más de la guerra civil sin las gafas de la simplificación con que se quiere transmitir actualmente. Los abusos franquistas nos demuestran también que ser anticomunista es condición necesaria, pero no suficiente, para ser demócrata. Quien quiera corroborar esta afirmación, no tiene más que leer el Manifiesto Comunista, que no es más que una llamada a la yihad o guerra santa revolucionaria contra la sociedad de progreso que tanto nos ha costado construir.
Tras la guerra, Franco impuso la represión. Una persona sin ninguna trayectoria previa ni un bagaje intelectual de relevancia, pero con astucia de sobra para dividir a sus aliados y a sus rivales, logró establecerse en el poder bajo el nuevo sistema de la Falange adaptado a su conveniencia. Franco tuvo la suerte de que Hitler no le tuviese en alta estima, lo que nos evitó entrar en la II Guerra Mundial, y continuó con el hecho de que terminada la Guerra Mundial empezase a Guerra Fría. Stalin solicitó a los aliados en Yalta el derrocamiento de Franco, pero Churchill pensó que era mejor tener a un fascista depauperado y aislado, antes que entrar en un incierto proceso en el que pudiese acabar sufriendo a un régimen comunista en el patio trasero europeo. Y mientras la oposición estaba dividida en comunistas, socialistas, anarquistas, nacionalistas, conservadores, monárquicos, liberales e incluso falangistas disidentes, Franco consolidó un sistema totalitario de partido único, imponiendo su ideario nacionalcatólico, que le permitió morir en su cama frente a una oposición dividida que nunca puso a su régimen dictatorial en peligro.
El tercer Franco es el del desarrollo económico de la España de los años 60. Cuando Franco dejó de lado sus teorías antiliberales y autárquicas (que también pensaba que sabía de economía) y dio paso a un grupo de tecnócratas, España experimentó a partir del Plan de Estabilización y Reforma de 1959 un espectacular crecimiento. De 1960 a 1975 el PIB español se triplicó y se vio acompañado por una serie de políticas que muchas personas de izquierda podrían aplaudir, como la creación de importantes monopolios de índole estatal en sectores como el energético, telecomunicaciones o industrial, así como importantes elementos de protección social, como el desarrollo de la Seguridad Social en España. Esta mejora de la economía llevó aparejada también un incremento de los niveles educativos de la sociedad, desarrollo de infraestructuras (como los pantanos del Plan Badajoz que diría Sabina) y consolidó una clase media que fue la base para el posterior desarrollo económico español.
El argumento contra este tercer Franco no puede venir de negar unos datos económicos que son irrefutables, sino de criticar una tardía apertura económica que llegó con al menos 15 años de retraso por vivir en una dictadura opresora y no homologable con los países de nuestro entorno. También se puede criticar que no aprovechamos plenamente el crecimiento económico occidental de esta década por no tener un sistema democrático moderno. De hecho, otras naciones como Alemania o Japón, que quedaron devastados tras la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en potencias económicas. En España iniciamos nuestra carrera hacia el desarrollo con retraso y logramos realmente la convergencia en PIB con el resto de países europeos solo a partir de la llegada de la democracia y nuestra entrada en la OTAN (aunque de entrada era no) y sobre todo en la Unión Europea (en aquellos tiempos, CEE). Y todo ello sin que nunca se realizase la reforma agraria, que muchos consideraban esencial para tener una España próspera y solidaria.
Y estos tres Francos nos llevaron al posfranquismo. A la Transición. Como con Atila, tras la muerte del líder de los hunos el Régimen se desmoronó. Apenas 13 meses después de la muerte de Franco, los españoles estaban votando en Referéndum la Ley Reforma Política con un 94% de apoyo y una participación cercana al 80%. Y en la siguiente semana santa ya estaba legalizado el Partido Comunista. El Rey Juan Carlos fue consciente desde el primer momento de que ni quería continuar con el Régimen de Franco ni éste era viable. Supo entender a la sociedad española y en 1977 (menos de 2 años después de la muerte del dictador) tuvimos las primeras elecciones democráticas, con todos los partidos legalizados. En 1978 estaba aprobada la Constitución. En 1982, el PSOE volvía a estar en el poder, liderado por un Felipe González que hizo abjurar del marxismo a su partido y se convirtió más en un heredero de la Izquierda Republicana de Azaña o del socialismo de Besteiro que de los extremismos de Largo Caballero o Negrín. Los que añoraban al dictador lograron un único escaño (de 350) liderados por Blas Piñar. Su techo con Fuerza Nueva fue el 2% de los votos en 1979. Una situación lógica, si tenemos en cuenta que la Falange no había obtenido ni 50 mil votos en las elecciones de Febrero de 1936. Surgieron también otros partidos conservadores, como Alianza Popular, que se integraron plenamente en el sistema democrático…. porque toda democracia consolidada necesita tanto de partidos de izquierda sólidos como de partidos de derecha solventes, los cuales tienen la misma legitimidad democrática.
Nuestro gran éxito fue la Transición, donde casi todos los políticos españoles sí se pudieron sentir orgullosos de su actuación. Hemos vivido los 40 años de mayor desarrollo de nuestra historia. Imponer una memoria o una historia de parte sería un retroceso que no nos podemos permitir. En España no existen nostálgicos de Franco o si existen son una insignificante minoría. ¿Quién sabe decir ahora dónde queda la nueva tumba de Franco? ¿Ha habido acaso un aluvión de visitas tras su exhumación? Centrémonos más bien en resolver los problemas del presente, ya que los del pasado no tienen solución. Atribuir a la mitad de España la condición de herederos de los hunos, implica que quienes lo hacen asumen la condición de herederos de los hotros. Y ya hemos visto que hay muchos hechos de los que no enorgullecerse. La única lección que nos puede dejar la memoria es aprender de los errores del pasado para construir nuestro país desde la tercera España alejada de los extremismos. Una España que obviamente tiene una ineludible deuda con aquellas personas que no han podido dar sepultura a sus antepasados enterrados en cunetas tras casi un siglo de abandono. El resto, dejémoslo a los historiadores.
Y terminamos con una última cita de Indalecio Prieto en el exilio con relación al líder fascista español. Unas palabras que serían de gran utilidad si se escuchasen en la actualidad: Data de muchísimo tiempo la afirmación filosófica de que en todas las ideas hay algo de verdad. Me viene esto a la memoria a cuenta de los manuscritos que José Antonio Primo de Rivera dejó en la cárcel de Alicante. Acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias, que quizá fuesen fundamentales, y medir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de apreciar si éstas valía la pena ventilarlas en el campo de batalla.
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Hola, he leido tu entrada y creo que hay un error en la misma. El POUM no era un partido anarquista, eran troskistas.
Salud y gracias por escribir
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Tiene usted toda la razón. Ya está corregido. Los anarquistas apoyaban al POUM frente a los comunistas, pero el POUM era trotskista. Con tantas facciones en ocasiones uno se lía. Gracias por el comentario
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