Para celebrar el primer aniversario del 1 de octubre, la ANC, Omnium Cultural y los CDR han decidido convocar una manifestación por la empatía, en consonancia con los deseos expresados recientemente por el Gobierno de España. Los dos lemas elegidos para esta ocasión serán “Els carrers serán també vostres” y “¡sí!, ¡sí, con!, ¡sí, con-vi-ven-ciá!”. Su principal objetivo es acabar con la crispación entre catalanes, que es el primer paso antes de arreglar cualquier otro supuesto conflicto.
Del mismo modo, Jordi Cuixart prevé pedir perdón al juez Llarena. Sus últimas declaraciones indicando que no se arrepiente de lo realizado ante la Conserjería de Hacienda y que volvería a retener guardias civiles mientras destrozaba sus coches, unido a la huida de la justicia de ocho compañeros suyos, hace que el riesgo de reincidencia y fuga obligue al magistrado a mantenerlo en prisión a la espera de juicio oral. También lamenta los malos momentos por los que la familia de Llarena está pasando y que le han obligado a salir de Cataluña, defenderse de una demanda fraudulenta en Bélgica y hacerle pasar por el trance nunca agradable de enviar personas a prisión.
Astut Mas comprende que, si bien los problemas políticos han de tener soluciones políticas, también se han de realizar por medios políticos. Observando (desde su libertad) la prisión y el éxodo de su sucesor y colaboradores varios, lamenta haberlos incitado a (presuntamente) quebrantar las leyes, por lo que se siente responsable de su exilio voluntario…, aunque solo un poco. Los atajos no están permitidos en democracia y el respeto a la Ley es la garantía para la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. En política hay de luchar por lograr los consensos que uno pretende obtener, asumiendo que es igualmente democrático fracasar porque enfrente tengas una opinión mayoritaria, contraria a la tuya, que tiene el mismo valor y dignidad que la propia. Eso es EMPATÍA.
El independentismo también solicita comprensión. Cuando Maragall y Zapatero propusieron reformar el Estatut (hace ya más de 10 años), optaron por reconocer todas las reivindicaciones históricas del nacionalismo moderado. De haber aceptado dicha propuesta, los partidos nacionalistas habrían perdido su razón de ser, que consiste en declararse diferentes y reclamar mayores derechos para sus propios intereses, a cambio de modestos beneficios (más o menos un 3%). Eso les llevó a tensar la cuerda y hacer reclamaciones cada vez más extremas. El PSC no podía ser menos en la carrera por ver quién era más catalán y se llegó a un Estatut que no podía ser aprobado por el Parlamento Español y que terminó siendo recurrido y corregido en parte por el Tribunal Constitucional.
También debe entender el resto de España que, ante un momento de crisis, es más fácil echar la culpa a un enemigo externo que asumir las responsabilidades propias que llevaron a la misma. Siempre existen agravios, reales o inventados, para echar en cara a un enemigo histórico. A fin de cuentas, es lo que están realizando ahora personas de “gran categoría” que apoyan el nacionalismo en Europa, como Salvini. Por eso, los independentistas también entenderán que cada vez más gente esté harta y sin ganas de dialogar después de todo lo que han tensado cuerda.
Pero para que todo esto sea posible, la mejor solución en este minuto es no hacer nada. Dejar que reposen las aguas unos años y, cuando se reflexione con más calma acerca de lo que ha sucedido, estudiar cómo mejoramos nuestro sistema de convivencia, focalizados en lo que realmente beneficia a los ciudadanos.
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